La política y el miedo

Wilson  Tapia Villalobos

El miedo siempre ha estado presente en las cercanías del poder.  Es la herramienta que se usa para alcanzarlo y un material esencial en la argamasa que se fabrica para mantenerlo y expandirlo. ”El verdadero poder -ni tan siquiera quiero utilizar la palabra- es el miedo”, dijo Donald Trump, en una entrevista que concedió el 31 de marzo de 2016, cuando era candidato a la presidencia de USA. Y como presidente, ese elemento ha estado siempre presente en su accionar.  Para influir en sus adversarios o para crear, en torno suyo, apoyos que responden al temor de lo que puede ocurrir si no lo respaldan. Obviamente no es original, ni menos exclusivo.

         Incluso si nos alejamos de la política, el miedo está presente desde los inicios de la civilización actual. Las religiones -todas- lo utilizaron para someter. El pecado llevaba al infierno -o como lo llamaran- por la eternidad.  ¿Y quién podía salvar al pecador? Un sacerdote, un intermediario entre el mundo y la divinidad. Por muchos milenios -aún no sabemos de manera certera cuántos- la formula ha funcionado.

Hasta hoy, el miedo está presente en la crianza que dan los padres a sus hijos. Y en la vida diaria, los medios de comunicación lo expanden de forma majadera, pero extraordinariamente efectiva. Es la manera más eficiente que tiene el poder de mantener a los ciudadanos sometidos, Periódicamente, eso sí, se producen deserciones que, a veces, llegan a ser masivas. Tal situación anómala se presenta cuando las instituciones caen en el descrédito.

Hoy es uno de esos momentos. Precisamente por ello es que queda más de manifiesto el juego nefasto que se ha hecho, a través del miedo, para lograr el sometimiento a aspiracionespolíticas. En la actualidad, uno de los elementos claves para seguir con el manejo del poder político, es exacerbar la desconfianza, el desprecio y el rechazo al inmigrante.  Pero no a cualquier inmigrante.  En especial -y casi exclusivamente- al migrante de piel oscura.

Los argumentos que se lanzan van desde la amenaza a la fuente de trabajo, hasta la importación de delincuencia que traerían tales personajes. Si bien este último argumento puede ser válido en algunos casos, quienes,en apariencia, encienden la señal de alerta son los negros.  Por eso es que el Gobierno chileno estableció una línea directa para llevar a haitianos a su país. También se utiliza, aunque de manera más soterrada, el peligro que la piel oscura representa para la pureza de la “raza” chilena.

En este escenario, el mantener una política anti inmigración da buenos dividendos políticos.  Así parece haberlo comprendido el Gobierno que, pocos días antes de que se votara el Pacto Migratorio en la ONU, decidió restarse. Pese a que el presidente ha dicho que el llamado Pacto de Marrakech fue “exhaustivamente analizado”, la realidad parece desmentirlo. Hasta 24 horas antes de que se votara, la delegación chilena estaba en la capital de Marruecos. Anteriormente había participado activamente en la elaboración del documento.

Piñera ha dicho que su postura se debió a que el acuerdo mundial: “No era bueno para Chile y no defendía nuestros derechos”. No ha explicado por qué se esperó hasta el último momento para hacer saber su posición en contrario. No se puede argumentar que las objeciones no fueron consideradas. Si así hubiera sido, eso podría haber causado el alejamiento de Chile mucho antes.  Más creíble es la explicación de que se buscó, con el tema migratorio, subir los bonos de la actual administración entre la ciudadanía. El porcentaje de aprobación en octubre había llegado a 43%. Una baja de 11%, en relación de Septiembre. En el mismo período, la desaprobación había subido de 35% a 44%. Las razones que sustentaban tales guarismos era atribuidos a los escasos resultados positivos que la ciudadanía percibía en la economía. Sin embargo, como en política todo vale, el gobierno decidió valerse una vez más del resabiado caballito de batalla: la peligrosa inmigración.

En la derecha tal maniobra no sorprende. Nadie esperaba, sin embargo, que la administración Piñera contara con el apoyo del democratacristiano ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle. Pero este salió defender la decisión. Su actitud causó revuelo entre las huestes opositoras. Especialmente en su Partido. Varios de sus líderes atribuyeron la postura de Frei a desconocimiento. Nadie, sin embargo, recordó que el expresidente es funcionario de confianza del actual gobierno, como embajador plenipotenciario en Asia Pacífico.  Un cargo que, aparte del boato diplomático, le ha dado buenas oportunidades de relaciones comerciales para colaboradores directos de la Fundación Frei. Es necesario dejar en claro que el puesto de ocupa Frei es ad honorem y se encuentra en él desde la administración de la presidenta Bachelet.

El miedo sirve para todo.

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